domingo, 2 de junio de 2019

El escepticismo festivo


Leer a un académico nos predispone a un escenario de enunciados densos y argumentos difíciles de comprender. Lastimosamente se ha construido un lenguaje de la inteligencia asociado con la incomprensión de las mayorías. Sin embargo, Alejando Gaviria, permite enaltecer esa complejidad de la realidad pero desde un lenguaje comprensible y seductor.

Son muchos los temas que aborda Gaviria en este maravilloso libro, pero quisiera resaltar un elemento que es transversal a todos las discusiones que aborda desde los libros y autores que ha estudiado. 


Reconocer la complejidad de los cambios sociales, la negación de la felicidad absoluta y la ausencia de profetas que transformarán  todo a nuestro beneficio, nos conduce a la necesidad del  escepticismo. Esta última palabra normalmente se relaciona con la indiferencia o pesimismo con cualquier iniciativa de cambio, pero en el contexto de la discusión de Gaviria, y los aportes de los escritores que han cautivado su atención, nos conduce al escepticismo como ese justo medio, reflexivo y constructivo, entre la indignación y el cinismo. 

Es una realidad la simplificación de los problemas sociales por los medios de comunicación, los políticos, e inclusive por nosotros mismos. Pretendemos explicar la pobreza, la corrupción, el desempleo; a partir de frases incendiarias, lugares comunes, o comentarios aislados que generan un terreno fértil para que redentores o profetas nos prometan el cambio de todo lo conocido, siempre y cuando con el tiempo, cedamos nuestra libertad a la servidumbre de un héroe proclamado. 

El escepticismo festivo, en mi criterio, nos empuja a la realidad con un deseo de cambio paulatino y moderado en beneficio de todos, pero dudando y examinando con cautela el tamaño y la distancia de los pasos de una humanidad imperfecta. 

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